Publicado el14 de noviembre en ElTiempo.com
No, el proceso de paz con las Farc no es irreversible. Claro que hay muchos caminos para dar vuelta atrás.
Esta afirmación no debe ser tomada como un aliento de esperanza para quienes -desde la reacción- buscan encender de nuevo la conflagración del conflicto armado interno en Colombia. Más bien, debe ser vista como una señal de preocupación sobre la fragilidad del proceso, y de prudencia para los de la euforia de la paz.
Tal vez el mejor símil para entender lo que está pasando en Colombia es el de la vuelta a la página: pues de eso se trata, de darle la vuelta a la página del conflicto armado interno, no sólo a través de la negociación, sino de otros procesos simultáneos. Pues el proceso de negociación es sólo uno más de los ejes-si bien el más importante- sobre los cuáles se construye la paz:
Se suman a la negociación con las Farc, la exitosa pero agotada estrategia contrainsurgente, la efectiva pero imposiblemente exitosa lucha contra el narcotráfico y la evolución incluyente del sistema político y económico.
De hecho, el proceso de negociación se explica porque no logramos derrotar a la guerrilla, no logramos superar la demanda de violencia en nuestros conflictos rurales por la renta, no logramos proveer seguridad pública suficiente y porque no logramos ofrecer oportunidades para desincentivar al crimen y a los grupos de conflicto.
Insisto: el efecto de estos procesos sociales y económicos y de las políticas públicas sociales no ha sido suficiente para darle la vuelta a la página: la fragilidad del proceso de negociación se explica por la lentitud e insuficiencia de esos procesos sociales.
Por eso, podemos devolvernos. Y también por los odios, los intereses y las rentas.
Las Farc o los grupos paramilitares pueden cometer un magnicidio o un atentado terrorista que descarrile el proceso de negociación y nos lleve a una retaliación vengativa, que se justificaría públicamente en el vacío de apoyo político y público que crearía tal atentado.
Recordemos que las partes en la mesa de negociación están fragmentadas y fuera de ella hay poderes violentos formidables no representados. Tanto las columnas terroristas y narco de las Farc como los grupos violentos de poder de la derecha tienen intereses en que continúe el conflicto. Así, ¿cómo responder a un atentado de la derecha o de la izquierda violenta que deje sin piso la negociación?
Nuestra democracia también puede reflejar esa mayoría reaccionaria que aún cree en la posibilidad de la derrota militar, en parte para lograr vengar las atrocidades del pasado, en parte para imponer una agenda conservadora, latifundista y ganadera.
Un bloqueo político como resultado de las elecciones de Congreso en marzo próximo simplemente impediría la implementación de los acuerdos, acabando con el presente de la negociación. ¿Cómo negociar con una coalición de gobierno sin gobernabilidad en el Congreso?
Finalmente, los intereses rentistas también se oponen al proceso: desde el contrabando de frontera hasta el narcotráfico puro y duro, pasando por el crimen trasnacional; todos ellos pueden descarrilar los diálogos o fragmentarlos.
Por ello, la razón de la incertidumbre es la fragilidad del proceso.
Si bien será difícil volver a una situación como la de los años entre 1997 y 2002, el período más intenso del conflicto, sí es probable y con no poca probabilidad que la negociación se rompa, o incluso, que una vez negociados los tan mentados cinco puntos del acuerdo base, no podamos implementarlos.
Lo bueno, es que en una democracia, los acuerdos sociales pasan por las urnas: por ello, lo clave para resolver la incertidumbre, para dar la vuelta a la página, es votar. Este acuerdo, pasa por las urnas.